En busca de...

Este es un espacio que tiene como único objetivo abrir el debate para dar paso a la reflexion. En él, queridos amigos/as, se encontraran con acontecimientos, situaciones y, por sobre todas las cosas, reflexiones sobre la vida misma. Cualquier coincidencia y/o similitud que encuentren con la realidad fue intencionalmente buscada.
El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad...

Sin más que agregar, saluda atte.


RFXO.



martes, 27 de diciembre de 2011

Esos tipos.

Hay sujetos que se pasan la vida esperando... ¿Qué cosas esperan? ¡Pues todo! No son más que unos eternos náufragos a la espera de que el océano de sus vidas les traiga algo para salir de la real isla que los apresa. Serán por ello, siempre expectantes, nunca participantes. Eso no es nada, lo peor de todo es que esos personajes, durante la laaaaarga espera en que la vida les tire un hueso que roer, no hacen más que patalear y quejarse. En eso van mal gastando sus horas cuando por fín les llega el ansiado hueso del cual van a chupar hasta el tuétano, pero inconformes por naturaleza, no se contentan con él y se sientan nuevamente a la espera de mejores y más sabrosos cortes. La vida entera les huye de sus cuerpos marchitos... en la espera de lo que nunca van a procurarse.

Por suerte, existen otros tipos que no saben esperar. Que toman de la vida lo que ellos creen son justos merecedores. Arremeten contra ella cual si fuera una mujer desnuda en su lecho. Son sus mejores y verdaderos amantes. Digo por suerte, porque son ellos los que en tiempos de tornados y terremotos los que clandestina o abiertamente reclaman lo que por derecho les corresponde. Son los que nunca callan, los que jamas van a quitarle la buena cara al mal tienpo, porque saben muy en el fondo que todo se puede en esta vida... solo hace falta proponérselo. Y guay con decirles que no a cualquier cosa que deseen, porque en ese momento se pueden llegar a ganar acérrimos - pero dignísimos- enemigos. 

Si bien es un gran privilegio que sujetos de esta naturaleza existan, lamentablemente vienen en frasco chico, y justamente por ello debemos estar atentos a su aparición. Difícilmente los veamos surgir de entre el rebaño, elevandose  como colosos, dispuestos a llevarnos con ellos o a arrasarnos con la misma facilidad. No debemos titubear, no hay que dejar lugar a dudas. O los seguimos en su ritmo vertiginoso y revolucionario-, aceptando las consecuencias que dicho contrato pueda acarrear sobre nosotros- o nos quedamos del otro lado. Y aquellos- que arremeten, arrasan, viven, aman y mueren- ante tanto titubeo y desersión, con el mayor de los sacrificios nos demuestran que no somos dignos de ellos, que no estamos a la altura de tan elevado desafío. A nosotros, ya del otro lado, no nos queda más que esperar, quejarnos y esperar, a que el océano de nuestras vidas nos traiga otro como él, que no supimos aprovechar... 


martes, 26 de julio de 2011

Una competencia sin límites

ste mis queridos amigos es un mundo sumamente competitivo. Sí, así de fea está la cosa. ¡Todos compitieron, compiten y van a competir por todo!
Desde el primer organismo unicelular que hizo su aparición en la tierra, hasta los animales más complejos y evolucionados (con perdón de la palabra) han competido para ver quién degusta el más jugoso y sabroso bocado, quién se queda con la mejor hembra de la manada, y quién ocupa el más acogedor de los refugios. Y nosotros- huildes homo sapiens- no teniendo mejor modelo a seguir, desde que el tiempo es tiempo, el hombre es hombre y la mujer es mujer, nos dedicamos concienzudamente a repetir esa conducta animal primitiva que todavía hoy, tras millones de años de evolución (pido nuevamete disculpas) sigue siendo la mano firme que con suaves golpes de timón va marcando el rumbo de la conducta de todos nosotros. ¿No me creen? Presten atención.
Ya siendo niños se compite para ver quién tiene mejor puntería a la bolita o cual tiene las muñecas más lindas y mejor peinadas. Ya más creciditos/ as la competencia se centra en quién la/s tiene más grande/s. Más grandes aún, la competencia se centra en quién la/s usa más y mejor. Finalmente, ya siendo adultos, la fijación se traslada del cuerpo al éxito... y en esta suciedad capitalista que nos tocó (¿¿o nos dejaron??) en suerte, el éxito tiene un solo significado: guita. Fijense cómo de celebrar públicamente y envidiar privadamente al amigo que porta un exsesivo peso entre sus extremidades inferiores, se pasa a celebrar y celar a aquel que posee la billetera más abultada en su bolsillo.
Aquel que posee hoy es medida de lo demás. Cuando está presente adorado, celebrado y alabado cual si fuera un dios que logró la separación de las aguas que lo alejaban del éxito. Ahora bien, el modo en que separó esas aguas y transitó ese camino nadie lo va a cuestionar. Ni siquiera se le va a hacer la más mínima pregunta acerca del cómo, ya que lo importante siempre fué, es y será el fin, nunca los medios.
Pudo ser un dictador en Bongwutsi, un cura con puesto jerarquico en la Santa Iglesia Católica o el jefe de la policía de algún país sudaca, que a ninguno de los bufones de su corte les va a importar en tanto y en cuanto logren alguna migaja de su mesa... mucho menos le importa a él. Este tipo, el exitoso, es el pastor que guia el rumbo del rebaño entre los valles del capital. Los hace engordar para luego darse un festín con ellos. Inexplicablemente una minoría del rebaño es consciente de su situación... saben que no son más que carne de cañón, pero así y todo agachan la cucuza y le dan para delante, ya que con mucha suerte y pocos escrúpulos, alguno, al menos uno, va a llegar a ser aquel que pone la medida de lo demás.
Va a ser el dichoso envidiado... aquel que compitió y ganó. El que va a engordar y devorar a aquellos que quedaron varados entre los obstáculos desparramados en el camino hacia el éxito. Aquellos, cuya lista él había engrosado previamente, no les queda más que agacharse a recoger las migas que ahora él tira desde su mesa solo por el placer de verlos competir por sus sobras. El compitió... compitió y ganó. Quizás de chico no la tuvo más grande que el resto, y por ahí tampoco la usaba mejor, ni ganaba a las bolitas, pero el éxito económico compensará la falta de destreza y las falencias de una anatomía poco generosa.
Y así, sin más esfuerzo que extender su mano y tomarlo todo, este tipo, esta clase de tipos, se procuraran para sí mismos la mejor hembra, el bocado más rico, y la cama más cómoda.. Pues este es un mundo sumamente competitivo, donde la guita es éxito y el éxito medida de lo demás. Donde los demás son exprimidos hasta la última gota, y sus restos escupidos y amontonados en el rincón más lejano y oscuro, para que solo unos pocos desafortunados tengan la desagradable experiencia de verlos abandonados y derrotados tras una competencia que no conoce de límites.   

miércoles, 15 de junio de 2011

Mi infancia.

i pueblo ya no es pueblo, mucho menos es mío. Antes, muchos padres nos traían al mundo con la decencia de saber que íbamos a ser propietarios de una infancia como dios manda (si me permiten la expresión) Nada más fácil que eso. Solo se necesitaba un poco de negligencia paternal, y montones de espacios verdes donde aprovecharla. Éramos felices en la lleca. Y nosotros teníamos la decencia de ser niños: de embarrarnos a gusto y placer, de meternos en cuanto quilombo hubiera a nuestra disposición, de reinar sobre todo aquello que se encontraba por fuera de las paredes opresoras del hogar. Para muchos, esa etapa de sus vidas ha sido el punto cúlmine de su carrera como ser humano, pues muy conscientes del mandato social imperante- gorrearas al prójimo- de grandes se hicieron curas, canas y/o -disculpen mi vocabulario- gobernadores o algo por el estilo. Hecho que los llevó por el camino de la perdición y que los alejó definitivamente de la humanidad. En fin, todos fuimos pebetes alguna vez, inclusive yo que ya llevo gastados bastantes abriles.
Me encuentro en Libertador y Gral. Pintos parado en la entrada de lo que antes era una imponente quinta cuya vista llegaba hasta el río... ¿Qué nene no hubiera sido feliz ahí? Hoy está parcelada y enrejada por donde se la mire. A los pibes de hoy no les queda nada, ni siquiera la satisfacción de hacer aquellas cosas que se suponen que deberían estar haciendo. Hoy no les queda más espacios que la superficie de un pañuelo, eso sí, enrejado para seguridad de ellos y tranquilidad de los adultos. No hay pasaje más triste y grotesco que ver a un chiquito jugando en un balcón. ¿Qué pasó? ¿Estaré poniéndome como un viejo que añora un pasado no tan lejano? Puede ser...
A mí me gustan las casas de antes- modestas y espaciosas- ubicadas en barrios chicos con calles adoquinadas, donde los almacenes eran almacenes, donde las heladerías vendían helados y nada más, donde el sol daba a toda hora en cada rincón y, por sobre todas las cosas, donde el lugar de reunión era la plaza. Es decir, el lugar apropiado donde un padre negligente dejaría a su prole pasar sus ratos de ocio.
Hoy veo por doquier prospectos de pibes, que se criaron en un tubo de ensayo de dos ambientes. La calle es tan ajena a ellos como las vocales a los políticos. Ya no quedan casas, por donde se vea tenemos monstruos de tres, seis o doce pisos. Tampoco tenemos sol. Si uno se para en 3 de Febrero entre Madero y 9 de Julio va a tener la sensación de estar en un ocaso permanente. Me imagino que lo mismo debe ocurrir en otras calles de este "no pueblo".
Tan paulatino fue el cambio, que pocos lo percibieron. Algunos vislumbraron el negocio y poco a poco nos fuimos quedando sin casas, sin sol, sin infancia. Mi pueblo ya no es pueblo, mucho menos es mio, es el de otros.    

miércoles, 1 de junio de 2011

Una romana espectacular.

Hay un momento en la vida de todo otario que marca un antes y un después. Tan importante es dicho suceso, que si algún erudito -desde ya ajeno a nuestra sociedad- se dignara a estudiarlo, podría considerarlo sin ningún temor a equivocaciones, como un rito de iniciación... dicho mal y pronto, dejan de ser pebetes de patas y pecho lampiño para hacerse bien machitos con todas las letras y puntos sobre las ies. Ese momento, queridos amigos, no es otro que el de enfrentar al más sádico y cruel de los comerciantes del barrio por si solo. Un tete a tete de resultados impredecibles, con un final tan incierto como desagradable.
Esto ocurre a una temprana edad. El iniciado no posee más que unos doce o trece abriles gastados. Pero listo o no ese día llega cuando la madre - que por tirar su juventud, figura y proyecciones futuras en educarlo, vestirlo y alimentarlo- se considera a si misma con los suficientes fueros como para ordenarle con vos de trueno, cual oficial penitenciario ante un reo, y cito: " ¡hoy te vas a cortar el pelo!". El condenado a una sesión de tijeras, sin encontrar en sus allegados una mínima luz de esperanza que lo rescate de semejante trance, traga saliva y acata amargamente, no sin previamente darse el lujo de emitir una buena puteada kilométrica, digna de un hijo retobado, que morirá en sus propios tímpanos.
Ustedes queridos amigos, se estarán preguntando internamente acerca de cual es el gran quilombo de ir a la peluquería. Es más, se dirán que hoy, a esta altura del partido, ya saben cual es "El Corte" (Sí, con mayúsculas)... es decir, su corte que mejor le oculta sus mayores defectos y que hace de su cucuza una obra maestra digna de admiración.
La cuestión está en que los pibes no proyectaron, no proyectan, ni proyectaran nunca sus planes más allá del momento que esta transcurriendo. Viven en el hoy y para el hoy. Ahí es donde están más a gusto, puesto que el ayer no lo recuerdan y el mañana nunca llega. Por eso, el problema está en que nuestro iniciado ni remotamente sospecha qué es lo que quieren que le hagan. De más esta decir que se rehusará a seguir las instrucciones dadas por su madre, ya que de no ser por ella él no estaría en semejante quilombo. Así, el pobre mocoso no es más que arcilla en manos del "coiffeur" lista a ser moldeada y cocida a gusto y placer.
Creanme que esto que les cuento no sería tan grave si en los pagos de nuestro condenado hubiera una abundante oferta donde acudir por un decente corte de pelo. ¡Pero no! Solo hay un cheboli... el mismo al que iba su abuelo, van sus hermanos y padre. Atendido por la misma persona desde hace cinco décadas, que para colmo de males entre su repertorio de habilidades peluqueras solo se cuentan la afeitada con navajas (habilidad inservible para el condenado ya que en él apenas se vislumbra una sombra de bigote) y un único corte de cabellos. Ambas dos todavía hoy, después de miles de horas gastadas sobre los hombros de sus clientes, no fueron del todo masterizadas por el artista.
Al entrar al local, todo se encuentra tal cual lo dejo la última vez que fue acompañado de su madre. El peluquero parado al costado de su sillón contestándole de reojo al portero del edificio de al lado sus comentarios sobre política, fútbol y/o minas (únicos tres temas de charla en aquel templo del saber barrial). Condenado y "artista" ya conocen de memoria su rol en esta tragedia. Uno representa a la víctima, el otro al victimario. Ante la ausente respuesta a la simple pregunta: ¿qué te hago?, la obra sigue y los espectadores que esperan su turno no dejan de regodearse ante la irónica sonrisa del artista que sentencia con cierto brillo de maldad en sus ojos algo así como un "vos dejame a mí, que te hago un corte a la romana que te va a quedar espectacular".
De esta manera, víctima y victimario siguen su papel a la perfección. El primero sale puteando y reputeando por el mamarracho que le dejaron por capelu, jurándole vanamente al gauchito y a todos los santos que lo acompañan que la próxima vez se deja crecer las chapas hasta los meniscos; y el segundo, barre el piso y charla... barre el piso y charla en la espera del próximo cliente fiel a quien ofrecerle una romana espectacular que dará que hablar entre sus allegados. 

domingo, 1 de mayo de 2011

¿La solución dónde carajo está?

l día era jueves, 13 hs. exactas. Horario en que las calles se inundan de sujetos que salen despavoridos de sus respectivos laburos para almorzar. Algunos optan por la oferta local de sanguchitos de milanga del kiosco más cercano, pero otros menos pudientes rajan a sus ranchos. Esos son los más acelerados, se ven en sus jetas el correr del tiempo implacable, inapelable y siempre escaso. Esos son los que te chocan y no te piden disculpas... ¿qué les podemos decir? Que aprovechen sus tres mil seiscientos segundos, sus sesenta minutos, su hora... su infinitamente escasa hora para ir a sus casas, comer y digerir aquello que se morfaron, sin tener que pedirles disculpas a ningún transeúnte... porque ese atropello es uno que se puede disculpar.
Pero, para aquellos que atropellaron a los trabajadores, a nuestros trabajadores (¡a nosotros!) no hay perdón que valga. Porque a esos, que hacen correr a sus empleados para almorzar, no los vemos correr a las 13 hs de ningún jueves. A lo sumo los vemos correr un sábado por Molerpa en joggineta y con una güarra de personal trainer que raja la tierra con cada paso que da. Durante la semana y al medio día... a los únicos que se los ve haciendo deportes es a aquellos que no quieren perder el presentismo. Son los que sudan la verdadera gota gorda para cumplir con las inflexibles leyes que gobiernan sus horas de labor. Ya lo saben de memoria: una hora de almuerzo, durante las horas laborales en el piso esta terminantemente prohibido sentarse, en la cadena de montaje no hay permisos para ir al baño, si llegas tarde te descuentan un porcentaje del jornal... y así continua la nefasta lista. No por nada, vemos en sus jetas el correr del tiempo... eso y el no poder sentarse por ocho, nueve o diez horas de corrido, el no poder ir al baño cuando el cuerpo lo pide, el ver al trompa en la doble cabina en búsqueda del gato de turno que lo acompañe a almorzar.
¿Qué importa? Mejor dicho ¿a quién le importa? Total, el 90 % de las personas son empleados, el 90 % son los que reflejan el tic y el tac del tiempo en sus jetas... y al menos hoy no tienen tiempo para nada... si ni siquiera les da para almorzar dignamente mucho menos les va a dar para charlar sobre el estado en que se encuentran las cosas. Y al final del día, ya bien rotos por el cansancio que llega hasta los huesos, lo único que se puede hacer (¿o pedir?) es comer y dormir, para repetir triste e inexpresivamente, con un poco más de descanso en el cuerpo, la rutina de cada día.
Y el otro 10 % ¿Qué va a hacerle? Si sus abuelos o tatarabuelos son los que prepararon los cimientos de las fábricas que apresaron al 90 % de ese entonces que - ya para esa época- ni tiempo para morfar tenían. Si fueron sus propios padres los que consideraron insuficiente el apropiarse de sus cuerpos en el laburo, con lo cual volcaron su mirada hacia la manipulación de sus mentes. Si son ellos los que se alejan cada día más de ese 90% pobre a través del consumo injustificado de bienes y servicios innecesarios, aumentando así, a cada generación, la brecha que los separa.
En ellos, claro está, no se encuentra la solución. Pero si 90 y 10 hacen 100, o sea el 100%, o sea la totalidad de la humanidad en su conjunto, entonces, la solución... ¿¡Donde carajo esta?!

viernes, 15 de abril de 2011

Aquello que nos queda por hacer.


Yo sé que hay gente para todos los gustos. Por eso, antes de arrancar motores debo advertir a aquellos y aquellas (respetemos los modismos de la época) que se consideran creyentes... ¿A qué? Ni ellos mismos pueden explicarlo. Pero cuando uno contrae todos los músculos de la jeta en una enorme y picaresca sonrisa, ante lo que intenta ser una concienzuda explicación cuasi científica sobre el horóscopo, sus adeptos tienden a ofenderse y su primera reacción observable es la de tachar de ignorante, cínico, descreído, etc. a todo aquel que ose cuestionarlos.
El tema es algo que no termino de comprender. Me imagino que en tiempos de Matusalén era el último grito de la moda y, como tal, la comunidad entera te ningunearía si no te tiraban las cartas al menos una vez a la semana. Ahora bien, a pesar de que existen algunos chebolis cuya fachada tiene dos o tres manos descascaradas de seriedad en los cuales a uno le pueden propiciar cartas natales, astrales y demás yerbas a cambio de un abultado adorno monetario, no hay lugar a dudas de que el rubro está que explota de chantas.
Como una especie de instinto, al verse no tan aptos para la supervivencia en los tiempos modernos, sus seguidores construyeron una seria muralla metafísica para resistir los brutales ataques que - irónicamente- presagiaban. Así, los vagonetas que supieron explotar esa veta fueron ganando lentamente un lugar en nuestra sociedad que - más divertida que preocupada- hizo y sigue haciendo la vista gorda permitiéndoles diariamente un día más de orgullosa agonía.
Sin embargo, el problema no recae en los chantas... olvidémonos de la oferta y concentrémonos en la demanda. ¡Sí! Son aquellos seguidores que tragan sin masticar horóscopos semanales, verdaderos adictos consumidores de presagios impersonales (que dicho sea de paso, son lo suficientemente generalizados como para que cualquier otario se sienta identificado) los nenes problemáticos del salón. Son ellos quienes defienden con uñas y dientes todo lo relacionado a la futurología. Son ellos sus máximos guardianes, ya que los que ofician de tarotistas, astrólogos, etc. al estar conscientes de la precariedad del espectáculo que montan se esconden en las sombras y dejan que sus consumidores sean sus más fieles protectores...
Y digo yo... ¿no pasara algo parecido con el resto de las cosas que nos rodean? ¿Cuántas cosas innecesarias persisten hoy en día tan solo porque el hábito inconsciente de sus usufructuarios oficia de sustento vital de ellas mismas? ¿Qué sería del gobierno (por citar uno de muchos ejemplos) si sus ciudadanos se convencieran de que tal institución no es necesaria? ¡Ni hablar de la policía, el ejercito o la iglesia! ¿Qué pasaría si los chantas que ofician de gobernantes, canas, generales, curas abandonaran las sombras y se mostraran a si mismos tal cual son ? Lamentablemente, queridos amigos lo único que nos queda por hacer es imaginar... imaginar y sonreír.


viernes, 1 de abril de 2011

Nacemos, nos reproducimos y morimos.


El ambiente nos rodea indefectiblemente...Un ser vivo nace, se reproduce y muere. Eso nos enseñaron en la escuela. Claramente, uno aprende y memoriza -mas que nada memoriza- una minúscula, infinitesimal parte de la realidad. Sí, todos nacemos, nos reproducimos y eventualmente moriremos... lo realmente difícil es aprehender que en esos tres simples actos que nos definen científicamente como seres vivos, esta oculta la vida misma y todo lo que ella implica. Es decir, tras la definición cuasi universalmente aceptada de los seres vivos yace oculta la vida, aquella que no se aprende leyendo sino viviendo. Amo los libros, pero por mucho que los quiera no puedo dejar de reconocer que estudiar o leer sobre la vida no es lo mismo que vivirla.

Nacemos en un contexto, en un lugar y en un momento determinado no por nosotros, sino por otros. Por aquellos que sintieron la enorme necesidad de prolongarse a si mismos en nosotros. Pero lo importante es que nacemos y una vez nacido, todo cuanto hacemos esta destinado a generar hecho a hecho el lugar en el que nos desenvolveremos. Básicamente nada puede decirse sobre el nacimiento, no es mas que un simple acto fortuito, al cual nosotros -como individuos nacientes- por mucho que queramos no podemos modificar. Por suerte para nosotros, los seres vivos, no puedo decir lo mismo de la reproducción y la muerte.

Crecí pensando en la reproducción y a la muerte como algo físico, frío, calculable pero a la vez atrayente, como si hubiera algo en ellas que no nos decían, que nos ocultaban.
Es increíble como esos dos actos -que fueron metidos en nuestras cabezas a fuerza de repetición- se podrían considerar opuestos, antagónicos, y sin embargo, en mi cabeza tomaban ambos la misma forma. Algo me decía que debían ser encaradas con similar actitud. Tenemos que pisar los suficientemente fuerte como para hacer de nuestras vidas una marca indeleble en los demás y solo así transformaremos a la muerte en una mera curiosidad. Como alguien dijo una vez, vive de manera tal que los que rieron cuando tu, al nacer, lloraste... lloren cuanto tu, al morir, rías.

La vida es algo que no se puede contener, es algo inexplicable, indefinible, no existen palabras ni individuos lo suficientemente sabios en este mundo capaces de definir la vida, ya que es ella la que nos define a nosotros. Al limitar su explicación en tres simples palabras lo único que se gana es confundir, ya que hoy muchos hombres y muchas mujeres viven sus vidas, como lo que les dijeron que era, como un mero acto de existencia, es decir, limitadas, calculables y frías. Desconocen que tras esas palabras yace oculto un sinfín de relaciones que hacen de nosotros lo que somos... claramente hoy ya no nos alcanza con nacer, reproducirnos y morir. Si queremos saber de que se trata la vida... solo hace falta vivirla.

martes, 15 de marzo de 2011

Ser o no ser

El otro día mientras paseaba, disfrutando de una buen baño de sol, un pensamiento de tinte picaresco se me cruzo por la cucuza. Súbitamente surgió en mi la imperiosa necesidad de tocar el timbre en cualquier casa evocando de alguna manera fraudulenta el por siempre inmortal rin- raje que todos supimos disfrutar cuando niños. Mi sensación de picardía se desvaneció en el momento en que, del otro lado del portal de una casa muy paqueta, se oyó la voz de una empleada doméstica que pregunto por millonésima vez en su vida con melancólica resignación y tímida tristeza: ¿quién es?...
¡¿Quién soy?! ¿Quién puede estar preparado para semejante pregunta? ¡Qué levante la mano aquel que crea estarlo, así el resto de los simples mortales lo aplaudimos! 
Inmediatamente quede absorto, sumergido en una profunda reflexión intentando dilucidar semejante duda. Sin darme cuenta llegue a la plaza, miré la estatua de Mitre - sobre la cual las palomas ya habían dejado su opinión- y me dije a mi mismo que lo mejor no es preguntar quién sino qué es uno. Así, para tranquilidad de algunos - y desesperación de otros- se podría contestar: soy lo que hago, si no hago no soy. Me hincho de felicidad ante la idea de que puedo ser solo por hacer, ya que así solo por medio de grandes acciones puedo llegar a ser un gigante.
Por mi parte, yo hoy no soy nadie pues nada hago. Cualquier mocito envalentonado podría retrucarme mi carencia de ser, ya que al fin de cuentas, vivito y coleando estoy. Pero me gusta pensarme a  mi mismo más allá de mi físico y mis funciones fisiológicas. De esa manera, podrán entender que estoy... pero que no soy. Estoy porque hoy y aquí me encuentro, ocupando un lugar y un momento en la tragicomedia humana (que ultimamente tiende a generar más llanto que risas) Pero que no soy nada ni nadie, pues estando cansado de tanta injusticia cometida con total impunidad tanto por parte de nuestros electos representantes como por aquellos que no elegimos ( estoy hablando de canas, curas y demás yerbas vendidas al pueblo como algo necesario) nada hago para cambiar la situación en la que vivimos. Por eso, nunca vamos a llegar a ser individuos - mucho menos pueblo- en tanto y en cuanto no nos sacudamos de encima la modorra que nos anestesia y comencemos a actuar. Todos somos responsables de educar para libertad, de generar conciencia, de dar tan solo un empujoncito a otra persona para que continúe la lucha legada por otros compañeros de ruta. Solo de esa manera - por medio de la acción- seremos, y en cuanto seamos... ejemplifiquemos, eduquemos y así, como individuos libres, generaremos una rueda que nada ni nadie pueda frenar. Basicamente... ser o no ser, esa es la cuestión.   

lunes, 7 de marzo de 2011

Apertura

¿Estamos listos?... Bueno, pero sepamos que ya no hay vuelta atrás. Las bombas ya están armadas y ubicadas, solo falta encender la mecha. ¿Alguna duda?...

¡¿De qué están hechas?!

¿Acaso no es obvio? ¡Mi nombre lo dice todo! De todas maneras permitanme una breve explicación. No duden que en su interior descubrirán el material más explosivo que este otario descarriado pudo encontrar. Tan etéreo como el alma misma y tan duro como el asfalto. A la larga, se van a dar cuenta que tiene la doble ventaja de ser transparente como el aire, y al mismo tiempo, de tener la fuerza de mil huracanes. No se dejen engañar por su inocente apariencia. Usadas correctamente, las palabras pueden provocar destrozos... Van y vienen constantemente, viajan de incógnito sin ser detectadas, se reproducen infinitamente y cuando uno menos lo espera pueden llegar a rodear con un ataque implacable y ensordecedor a cualquier individuo que ose ponerse en su camino. 

¡¿Dónde las vamos a ubicar?!

Esa es la parte más fácil mis queridos amigos. En la cabeza de cada uno de nosotros contamos con un arsenal de ellas dispuestas a ser lanzadas a gusto y placer contra aquellos personajes que creen manejarnos, contra aquellas instituciones que intentan asfixiarnos. Todos y cada uno de nosotros somos agentes potenciales de cambio, solo hace falta activarnos. Constantemente compramos el discurso de nuestros "dirigentes"... es hora de que prueben el fuego cruzado de nuestras bombas gramaticales. Llegó el momento de que se desmoronen los castillos de naipes donde se esconden y se caigan los disfraces de sus cuerpos... llegó la hora de la revancha... llegó la hora de reflexionar... llegó la hora de El Reflexionario.

No les voy a mentir, el viaje va a ser muy duro. Van a putear y reputear contra dios y todos los santos. Van a reír y a llorar, a gritar y a suspirar. Pero les prometo una cosa: los voy a llevar a lugares que no podrían ni imaginar, tan cercanos y a la vez tan lejanos... no solo los voy a llevar sino que van a ver, sentir y pensar lo que yo vea, sienta y piense. De esta manera, no van a estar solos. Vamos a putear y reputear juntos... a reír y a llorar al unísono... a gritar y a suspirar codo a codo. 

Por eso vuelvo y pregunto: ¿Estamos listos? Las bombas ya están armadas y ubicadas... solo falta encender la mecha...