“Este es un país en el que lamentablemente no se puede
ostentar”. Así es, no hace falta que digan nada… yo
puse la misma jeta que ustedes al escuchar estas “malas” palabras. Pero por
poco que nos guste efectivamente fueron dichas. Esto me lo dijo un amigo
marcando un excesivo énfasis en la palabra lamentablemente
mientras ponía una ensayada jeta de preocupación. Ojo, lo ensayado estaba en la
manera en que lo decía, no en si creía o no aquello que era dicho. Sobre eso no
tengo duda alguna, ya que este espécimen es un fiel representante de la famosa
clase media que resurge triunfal mudada de ropas de entre las cenizas de un
corral incendiado hace ya diez años. Pero no dejen que estas primeras palabras
mías los lleven por el camino más corto hacia una conclusión apresurada.
Paremos la bocha y miremos bien la cancha.
“Este es un país en el que lamentablemente no se puede…”. Lo dijo un tipo de veintisiete abriles gastados mientras manejaba un Bora impecable de su propiedad a toda velocidad a dos cuadras de las “mil
viviendas” mientras los moradores de esos pagos miraban con jeta de
consternación y asombro la nave espacial que zigzagueaba imperturbable los
obstáculos de la calle. Mientras el piloto maniobraba para no pisar a nadie yo
hacia otro tanto para cambiar sutilmente el tema de charla, pero no pude menos que grabar mentalmente
semejante burrada y rumearla desde ese tiempo hasta hoy, que me encuentro
frente al teclado. Recuerdo que esa frase hizo germinar en mi mente algunas
preguntas: ¡¿¿Qué carajo habrá querido decir??! ¡¿¿Qué carajo estábamos
haciendo en semejante auto por esos pagos sino era ostentar??!
“Este es un país en el que lamentablemente no se…”. Claro, como todo en la vida,
la ostentación no deja de ser algo relativo. Como tal, no deja de estar en el
ojo de quien la observa. Para mi amigo – que por más que digan semejantes
animaladas con A de asno, uno no puede dejar de quererlos porque son
amigos- el hecho de andar en un auto de
cien lucas no implica ostentación alguna, ya que al igual que casi toda la
clase media mediocre -que pudo despegar tras una década infame de “esfuerzos y privaciones”-
hoy anda en los mismos autos, come en los mismos restoranes, y acude a los
mismos espectáculos que sus pares sociales medios. ¿A quién le ostenta con esa
nave si hoy por hoy casi todos en su entorno la tienen? Además, pudiendo tener
una aún mejor se limita a uno massomenos como para no andar levantando la
perdiz, para que no lo anden
mirando…tanto.
“Este es un país en el que lamentablemente…”. El problema no está en que no se pueda ostentar. Todo lo contrario.
Nada más alejado de nuestra realidad. La gente se quema las pestañas de envidia
de tanto ver aquellas cosas que otros tienen. La gran mayoría trata de
diferenciarse, de separarse del resto, de sobresalir. Lo triste es que no lo
hagan por medio de grandes acciones (en el sentido más amplio de las palabras)
sino a través de lo que poseen… que en definitiva eso es tanto o más frágil que
el futuro político de Elisa María Avelina Carrió. Un juego bastante peligroso
al que se entra desde muy pibe sin realmente entender porqué. Los dados y la
suerte ya se echaron para ellos. Un solo
camino aparentemente posible se ve en el tablero. Simplemente, uno es víctima
de su propio éxito y de su indefectible ostentación. Llegando al ridículo
casillero del tablero en tener que exigir a instituciones superiores un
paraguas donde proteger sus bienes y a ellos mismos de los ataques de aquellos
que no tienen y llegaron a anhelar tanto que optaron simplemente por estirar la
mano y tomar todo cuanto les fue negado desde un comienzo. Al mismo tiempo –
como mi amigo- sufren un verdadero calvario, ya que quedando a mitad de camino
entre lo que ellos consideran la inigualable gloria del éxito – económico- y la
despiadada pobreza, la ostentación les muestra sus dientes al hacerles sentir
en carne propia lo que ellos le hacen sentir a los que creen que están por
debajo. En muchos casos ocurre que los anhelantes –sin importar su nivel - gastan los mejores años de sus vidas en
adquirir aquellos que otros tienen sin esfuerzo alguno para darse cuenta al
final del juego que esos bienes (cualquiera que sean) que buscaron y lograron
(o no) nunca valieron semejante esfuerzo.
“Este es un país en el que…” La
mayoría se la pasa mirando hacia arriba y hacia abajo. Hacia abajo se mira con
exagerado desprecio y solapado. Y miran hacia arriba, simplemente para ver como
viven aquellos que viven con más, ocupando ahora el lugar de aquellos que ellos
tanto desprecian simplemente por no tener en cantidades suficientes. Así, se
deleitan mirando hacia abajo pero sufren al mirar hacia arriba. Tristemente
para estos individuos, hay una verdad que realmente ignoran o que deciden
ignorar: por mucho que uno acopie en la vida… siempre va a existir un individuo
que tenga un poco más. Y este simple hecho, los deja mirando hacia arriba
permanentemente.
“Este es un país…”. Ojala
lleguemos algún día a vivir en una sociedad en la que no se pueda ostentar. Que
no se pueda ostentar no por el mediocre temor de que otro se haga de nuestras
cosas por la fuerza. Sino, que no se pueda ostentar porque simplemente no haya
necesidad de semejante cosa. Que no se pueda ostentar por el simple hecho de
que todos, absolutamente todos los hombres mujeres y niños que yiran por estas
tierras, tengan por igual. Ese día, mis queridos amigos, vamos a tener la
suerte de ver desplomarse ruidosamente toda la oxidada maquinaria que se nos
vendió como necesaria a un precio excesivamente caro. Ese día, mis queridos
amigos, se caerán los disfraces y caretas de muchos. Ese día, vamos a tener que
defender nuestros logros. Solo ese día, vamos a ser verdaderamente libres…
simplemente felices.