En busca de...

Este es un espacio que tiene como único objetivo abrir el debate para dar paso a la reflexion. En él, queridos amigos/as, se encontraran con acontecimientos, situaciones y, por sobre todas las cosas, reflexiones sobre la vida misma. Cualquier coincidencia y/o similitud que encuentren con la realidad fue intencionalmente buscada.
El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad...

Sin más que agregar, saluda atte.


RFXO.



domingo, 1 de mayo de 2011

¿La solución dónde carajo está?

l día era jueves, 13 hs. exactas. Horario en que las calles se inundan de sujetos que salen despavoridos de sus respectivos laburos para almorzar. Algunos optan por la oferta local de sanguchitos de milanga del kiosco más cercano, pero otros menos pudientes rajan a sus ranchos. Esos son los más acelerados, se ven en sus jetas el correr del tiempo implacable, inapelable y siempre escaso. Esos son los que te chocan y no te piden disculpas... ¿qué les podemos decir? Que aprovechen sus tres mil seiscientos segundos, sus sesenta minutos, su hora... su infinitamente escasa hora para ir a sus casas, comer y digerir aquello que se morfaron, sin tener que pedirles disculpas a ningún transeúnte... porque ese atropello es uno que se puede disculpar.
Pero, para aquellos que atropellaron a los trabajadores, a nuestros trabajadores (¡a nosotros!) no hay perdón que valga. Porque a esos, que hacen correr a sus empleados para almorzar, no los vemos correr a las 13 hs de ningún jueves. A lo sumo los vemos correr un sábado por Molerpa en joggineta y con una güarra de personal trainer que raja la tierra con cada paso que da. Durante la semana y al medio día... a los únicos que se los ve haciendo deportes es a aquellos que no quieren perder el presentismo. Son los que sudan la verdadera gota gorda para cumplir con las inflexibles leyes que gobiernan sus horas de labor. Ya lo saben de memoria: una hora de almuerzo, durante las horas laborales en el piso esta terminantemente prohibido sentarse, en la cadena de montaje no hay permisos para ir al baño, si llegas tarde te descuentan un porcentaje del jornal... y así continua la nefasta lista. No por nada, vemos en sus jetas el correr del tiempo... eso y el no poder sentarse por ocho, nueve o diez horas de corrido, el no poder ir al baño cuando el cuerpo lo pide, el ver al trompa en la doble cabina en búsqueda del gato de turno que lo acompañe a almorzar.
¿Qué importa? Mejor dicho ¿a quién le importa? Total, el 90 % de las personas son empleados, el 90 % son los que reflejan el tic y el tac del tiempo en sus jetas... y al menos hoy no tienen tiempo para nada... si ni siquiera les da para almorzar dignamente mucho menos les va a dar para charlar sobre el estado en que se encuentran las cosas. Y al final del día, ya bien rotos por el cansancio que llega hasta los huesos, lo único que se puede hacer (¿o pedir?) es comer y dormir, para repetir triste e inexpresivamente, con un poco más de descanso en el cuerpo, la rutina de cada día.
Y el otro 10 % ¿Qué va a hacerle? Si sus abuelos o tatarabuelos son los que prepararon los cimientos de las fábricas que apresaron al 90 % de ese entonces que - ya para esa época- ni tiempo para morfar tenían. Si fueron sus propios padres los que consideraron insuficiente el apropiarse de sus cuerpos en el laburo, con lo cual volcaron su mirada hacia la manipulación de sus mentes. Si son ellos los que se alejan cada día más de ese 90% pobre a través del consumo injustificado de bienes y servicios innecesarios, aumentando así, a cada generación, la brecha que los separa.
En ellos, claro está, no se encuentra la solución. Pero si 90 y 10 hacen 100, o sea el 100%, o sea la totalidad de la humanidad en su conjunto, entonces, la solución... ¿¡Donde carajo esta?!

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